La cultura humana está establecida en un cúmulo de mensajes, acciones comunicativas y recepciones de señales; todo enfocado y calculado para generar una lectura y comprensión del entorno y, con esto, desarrollar un cambio en el pensar y actuar de las personas.
En general, la mayoría de hombres y mujeres se han interesado por la realidad, y su reto se ha enfocado en captarla y apoderarse de ella para su propio beneficio. Sin embargo, la cantidad de tareas a la que un trabajador se expone en su día a día, interfiere en una reflexión lógica y prudente.
Los tiempos de reflexión son avasallados por la tecnología, reuniones gerenciales, procesos de información, cumplimiento de cronogramas, compromisos de ventas, ejecución de presupuestos, análisis de costos, políticas de contratación, entre otros trabajos del mundo corporativo necesarios, pero que interfieren en el el desarrollo de un trabajo significativo, valioso y esencialmente relacional.
La complejidad organizacional -a veces necesaria de los procesos- acaba con la capacidad de las compañías para innovar y adaptarse. Es cuando surge la necesidad de organizar reuniones empresariales que permitan la introspección y el alejamiento de las obligaciones diarias para alcanzar las metas con mayor rapidez y eficacia.
Importancia de los eventos empresariales
En este sentido, los eventos empresariales se convertirán en una herramienta poderosa para transmitir de una manera informal, lúdica pero muy seria, las políticas corporativas desde una perspectiva interesante e innovadora para los trabajadores. Se trata de orientar algunas actitudes humanas indispensables para el desarrollo productivo de las organizaciones a través de actividades lúdicas dirigidas hacia la interiorización de valores y desarrollo de capacidades sociales y comunicativas.
La educación en valores es un factor relevante para la sociedad actual, pues, muchas veces, la ausencia de ellos generan los grandes conflictos humanos, impactando la productividad de las organizaciones y, en general, de la sociedad. El sistema cultural ha hecho creer que los conocimientos técnicos son lo más importante para el progreso. No es casualidad que los sistemas educativos se enfoquen reiterativamente en el desarrollo de ciencias como matemáticas, cálculo o química y dejen como electivas materias como la comunicación, las competencias ciudadanas o la inteligencia emocional.
Sin embargo, las necesidades y comportamientos humanos han cambiado esta perspectiva, y los socios y líderes empresariales le están otorgando un valor diferente, pues reconocen, en este cambio de dinámica, la extensión de un puente seguro para el cumplimiento de sus metas elevando la rentabilidad empresarial.
La ventaja competitiva que surge al involucrar a los colaboradores, en eventos empresariales, sobre mecanismos cognitivos y afectivos ha llevado a las organizaciones a interesarse por el desarrollo integral de las personas, pues esta ofrece, en la práctica empresarial, actitudes críticas, responsables, autónomas y democráticas que favorecen la productividad.
Teniendo en cuenta lo anterior, la práctica de valores como solidaridad, cooperación, colaboración e igualdad de oportunidades, fortalecen un clima laboral necesario para la consecución de objetivos empresariales.
Fomentar este tipo de aprendizaje, durante reuniones empresariales, proporciona a los colaboradores competencias básicas que resultan necesarias en la sociedad actual y ofrece posibilidades para desarrollar hábitos y buenas prácticas que permiten desenvolverse con autonomía y agilidad para responder a las necesidades gremiales.